Uno de mis grandes objetivos es conseguir ser coherente con lo que pienso, con lo que siento y con lo que hago. Creo que es uno de los mayores retos a los que uno se enfrenta, porque algo que parece tan sencillo, no lo es para muchos.
Lo primero, es darnos cuenta de que somos capaces de ser conscientes, tanto de lo que pensamos, como de lo que sentimos y hacemos. Esto, es una capacidad humana que debemos poner en práctica para nuestro desarrollo y crecimiento personal. Tomar consciencia es el primer paso para conseguir esa coherencia. Pero claro, para ello, en mi caso, tenía primero que familiarizarme con cada concepto.
Primero, decidí indagar sobre lo que es una emoción y para mi sorpresa, no tenía ni idea. Si, sabía que estaban ahí, que me hablaban mucho sobre mí, pero si soy sincera no tenía muy clara su principal función en este juego y resulta que su papel es fundamental, ya que junto con otros mecanismos nos prepara para actuar en determinadas situaciones. Y como ya he contado en anteriores publicaciones, yo me había limitado en muchas ocasiones a ignorarlas. ¿Cuántos de nosotros nos hemos encontrado en esa situación en la que nuestra mente divaga sin orientación alguna, pasando de unos pensamientos a otros y haciéndonos sentir emociones y estados contradictorios? Por esto, es importante poner en práctica esa capacidad que tenemos, ya que es la que nos va a permitir entender y tener claro lo que sentimos, para poder regular y controlar nuestras emociones.
Al fin y al cabo, las emociones no son más que respuestas a estímulos externos o internos, que generan una actividad fisiológica en nuestro cuerpo, que nos lleva a realizar una determinada conducta. Pero, ¿qué pasa cuando no sentimos y percibimos las emociones de la forma adecuada? Lógicamente, se acaban convirtiendo en algo desadaptativo para la persona, provocando que su capacidad de asimilarlas y controlarlas se difumine, convirtiendo nuestra forma de sentir en algo patológico como ocurre en el caso de la ansiedad.
Tenemos que tener claro, que una emoción ha de ser breve, ya que si sigue dominando nuestro cerebro racional se acabaran convirtiendo en una mala guía de acción. Y este, es uno de los grandes problemas con los que nos enfrentamos la mayoría. Nuestras emociones se han convertido en algo patológico y empezar a tomar consciencia de ello es prioritario para avanzar en nuestro proceso.
En este tiempo en el que me he dispuesto a observar y tomar consciencia de mis emociones, me he dado cuenta, que al no haberlas permitido cumplir con su función, no había conseguido más que generar un sinfín de pensamientos tóxicos incoherentes y potenciadores de una emoción, que se había convertido más en un problema que en una ayuda.
Ahora entiendo la importancia que tiene permitir que se manifiesten, para escucharlas y entenderlas, aportando esa parte racional necesaria para llevar a cabo la actuación más adecuada. No olvidemos que una emoción no desparece. Siempre se quedan ahí y que si no les damos el lugar que les corresponde se acabaran convirtiendo en algo toxico, legando incluso a afectar a nuestro estado de ánimo e incluso nuestra salud física. Es momento de responsabilizarnos y buscar ese bienestar psicológico tan necesario.