Una invitación a sanar, comprenderte y vivir con más libertad emocional.
Dentro de cada uno de nosotros vive un niño o una niña que todavía espera ser visto, escuchado y abrazado. Ese niño interior guarda alegrías y curiosidades, pero también emociones no atendidas, necesidades no satisfechas y heridas que fueron moldeando la manera en que hoy sentimos, pensamos y nos relacionamos con el mundo.
Para muchos, la infancia no siempre fue un espacio seguro. Algunos crecimos creyendo que no éramos suficientes; que expresar emociones era “demasiado”, “incorrecto” o simplemente “molesto”. Aprendimos a minimizar lo que sentíamos para encajar o evitar conflictos. Otros crecimos con mensajes sutiles (o no tan sutiles) que nos hicieron pensar que nuestros deseos no importaban, que había que callar, obedecer y seguir adelante sin preguntar demasiado.
Estas experiencias dejan huellas:
- Una autoestima frágil,
- Miedo a mostrarnos vulnerables,
- Dificultad para confiar plenamente,
- Autoexigencia extrema,
- Necesidad constante de aprobación externa.
La humillación silenciosa, el rechazo, la traición emocional, la crítica constante o la ausencia de apoyo afectivo dejan marcas profundas que seguimos cargando en la adultez. A veces nos descubrimos repitiendo patrones que no entendemos, reaccionando con intensidad, evitando el conflicto o sintiendo un vacío que no se llena con nada. No es casualidad: es el niño interior pidiendo atención.
Mirar hacia adentro también es un acto de valentía.
Reconectar con nuestro niño interior no significa culpar a nuestros padres, juzgar el pasado o revivir el dolor sin sentido. Significa permitirnos reconocer lo que nos faltó, lo que dolió, lo que nos marcó… y comenzar a sanar.
Muchas veces no lo hacemos por lealtad familiar, miedo a remover recuerdos o evitación del dolor. Pero negar estas heridas no las hace desaparecer; solo las esconde bajo capas de autoexigencia, miedo, sobreprotección o autosabotaje.
Sanar implica observar esas heridas con compasión y decirle a ese niño interno:
- “Te veo.”
- “Te abrazo.”
- “Eres suficiente tal como eres.”
- “Está bien pedir lo que necesitas.”
- “No tienes que ser perfecto para que te quieran.”
Estas palabras, repetidas con sinceridad, comienzan a reprogramar patrones que se formaron hace décadas.
¿Por qué es tan importante sanar al niño interior?
Porque la forma en que cuidamos a ese niño interno determina cómo gestionamos nuestras emociones, cómo nos vinculamos con los demás y cómo nos tratamos a nosotros mismos.
Sanarlo permite:
- Construir una autoestima más sólida,
- Relacionarnos desde la libertad y no desde el miedo,
- Dejar de repetir vínculos dañinos,
- Expresar emociones sin culpa,
- Poner límites sin miedo al rechazo,
- Vivir con mayor autenticidad y paz interna.
Sanar al niño interior no borra la historia, pero transforma profundamente la manera en que vivimos hoy. Nos permite soltar cargas antiguas y caminar con mayor liviandad emocional.
Un acto profundo de amor propio
Abrir este espacio interno es un gesto de valentía, madurez y amor. Es mirarte con compasión y dejar que la parte más tierna, sensible y auténtica de ti pueda sentirse segura nuevamente.
Si estás en ese camino —o si querés comenzarlo—, recordá esto: no estás solo, no estás sola. Sanar es posible, y siempre es más fácil cuando se hace acompañado.
En Clínica Creer es Crear te ofrecemos un espacio seguro, profesional y humano para explorar estas heridas, comprenderlas y transformarlas en crecimiento, fortaleza y libertad emocional.
Sonia Chamorro
Acompañamiento transpersonal